viernes, 29 de febrero de 2008

Susto

No mola nada ser despertado a las seis de la mañana por una sirena que se acerca, se acerca, se acerca, y no pasa de largo. Tampoco el darse cuenta, una vez despierto, de que los golpes (explosiones?) que había en el sueño de turno, no se quedan el él, y son parte del mundo real. Ni, una vez asomado a la ventana, encontrarse no uno, sino hasta tres o cuatro coches de la madera, y, a pesar de la hora, incluso algún mirón curioso.

Así que urge un cambio de ventana, para hacerse una mejor idea de lo que pasa, y asegurarse de que todo va bien, que no es la primera vez que, a requerimiento de la poli, toca bajar a las tantas a controlar que el coche y su contenido no les pasa nada.

Y entonces, ya en la ventana adecuada, lucerío, fuego, humo y agua: los bomberos están tratando de apagar un furgón que arde mejor que un ninot. Después del momento-pánico, y una vez localizado el coche propio, a una distancia segura de la fogata, sólo queda disfrutar de la cremà y pensar en la cara que se le va a quedar a alguien cuando lo vea.






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